Jaime Bonilla y sus secuaces con un “pie en la cárcel”
Redacción
Tijuana BC.- Dicen que el tiempo es el mejor aliado para “cobrar facturas o hacer justicia”, porque tarde o temprano “el karma se les devuelve” a aquellos que obran mal. Tal es el caso del exgobernador Jaime Bonilla Valdez, quien, junto con cinco de sus principales colaboradores durante su administración, se encuentra con “un pie en la cárcel” por los delitos de peculado, abuso de poder y uso indebido de sus funciones.
Esto se debe a su intento de llevar a cabo una obra de miles de millones de pesos, la planta fotovoltaica, comprometiendo las participaciones federales.
El plan “fracasó” debido a que solo el Gobierno Federal tiene facultades para expedir los permisos necesarios para este tipo de obras de gran magnitud.
¿Por qué se dice que tienen “un pie en la cárcel”? Porque una vez concluido su período como senador de la República, Bonilla perdió el fuero que lo protegía como “intocable”.
Finalmente, la Fiscalía General de Justicia de Baja California lo ha citado a comparecer para que enfrente los cargos que se le imputan. Se espera que ni él ni sus colaboradores salgan bien librados, y que enfrenten varios años tras las rejas en cualquier penal del estado.
Además, Bonilla debería sentirse afortunado de que la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda no haya presentado ninguna denuncia por la campaña que él desató en su contra, considerada violencia de género, un delito grave.
Las calumnias y difamaciones que Bonilla expresó hacia la mandataria también podrían haber sido motivo de severas sanciones penales.
Sin embargo, Ávila Olmeda se mostró más preocupada por defender los recursos económicos de los bajacalifornianos. Gracias a su intervención, se evitó que un banco cobrara más de 4 mil 500 millones de pesos por la planta fotovoltaica, una obra que nunca se concretó.
Esta “estafa maestra”, que Jaime Bonilla Valdez y su “camarilla de corruptos” pretendieron llevar a cabo, fue detenida porque el Gobierno Federal, del que tanto presumían tener el apoyo, les dio la espalda. Ahora tendrán que enfrentar las consecuencias de intentar hacer “el negocio de sus vidas”, haciéndole creer al pueblo de Baja California en una obra cuyo costo pretendía ser de más de 30 mil millones de pesos. Y como dice el dicho: “A los que obran mal, se les pudre el tamal”.